jueves, 2 de enero de 2014

Suavidad

A Lo,

¡Cuán suave es! Navegar por esos caminos inciertos de libre pomposidad provocadora. Enredarse en las ramas purpúreas que briznan latiendo entre suspiros de viento. Cantar entre nubes y curvas sinceras que se pierden entre los susurros de unos versos escritos a fuego lento y entre sueños. Disfrutar de la vida y de la muerte; del amor y la belleza, comprender su esencia. Corazón. Humedad. Dulzura ardiente. Brotar mil veces la ternura del silencio que se pierde entre los soles de un Universo infinito que no entiendo. Sentir el yugo. Saborear la candidez esponjosa de una delicada capa de nieve albina. Abrazar la música y el pulso de la hierba. Pastar. Contar las hormigas. Componer cosquillas risueñas. Sonreír en festividades. Nadar. Amar. Viajar entre los pliegos salvajes de una desoladora maraña selvática interrogante que te invita a jugar y a ser niño. Y descubrir el paisaje. Vivir en secreto. Florecer. Caer. Perderse y encontrarse. Amanecer y anochecer. Aparecer en un éxtasis de diamantes y estrellas. Suavidad, melodía, danza… Y morir, yaciendo, feliz y en armonía.

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